LA INSOPORTABLE INUTILIDAD DE LA ÉTICA

22 de mayo de 2009

Ayer estuve en una reunión sobre economía sólo para mujeres. ¿Por qué sólo para mujeres?, me preguntaba. ¿Somos más fáciles de dirigir (o más difíciles) o se quiere aprovechar nuestra influencia en nuestras parejas? Ya se sabe, más vale dos tetas... Me picó la curiosidad y fui. Además sabía que habría una copita con tapitas sofisticadas al final. Ya se sabe: delicias de cerdo ibérica con salsa de frutos del bosque, o sea, un pedazo de cerdo en un palo con una salsa dulzona carmesí.
Me encontré un montón de señoras de edades diversas, con trajes de tienda cara, muy remaquilladas y repeinadas. Yo había abandonado mi "torpe aliño indumentario" (a quién me sonará esto) e iba ligeramente disfrazada de mujer convencional, vamos que iba arregladilla.
Un señor habló de que la economía se recuperaba ya fuera de España y de que su entidad recomendaba que pusiéramos nuestros ahorros en productos financieros relacionados con empresas del suroeste asiático.
"Pero... -salté- Si todos hacemos eso, el dinero se irá de España y no nos recuperaremos nunca".
Las reacciones fueron sorprendentes:
"Yo con el dinero que saco con mis inversiones, lo que hago es pagarme una criada, y así creo puestos de trabajo aquí", contestaba otra, llena de medio kilo de alhajas en cada brazo.
"Yo, además, pago a una ONG que se dedica a los cuidados de los niños pobres"- decía una señora que parecía que en su vida había quitado los mocos a ningún churumbel. Lo mismo dijo el conferenciante.
"Estamos hablando de nuestros ahorros, con ellos podemos hacer lo que nos dé la gana" -terminaba otra, mirándome de manera que, si tuviera un rayo láser en los ojos, me habría achicharrado.

Era evidente que el foro no era el adecuado para mis palabras, pero sorprendentemente, algunas mujeres me daban la razón.
El conferenciante (¿por qué un hombre en una reunión de mujeres?) sonreía discretamente. Estaría pensando "esta señora se ha cargado mi presentación", pero, de todas maneras, dijo algo así como que era muy interesante la idea ética que tenía yo con respecto a las inversiones, y que había bancos encargados de invertir con criterios éticos y de sostenibilidad, lo cual yo ya sabía de más.
Total, que actuar desde unos valores y una ética está muy bien, pero no si se trata de mis ahorros. Y lo decían personas que se quejaban momentos antes de la falta de valores de nuestra sociedad.
No quiero ser demagoga. Esto no es exclusivo de la clase acomodada, ni de las mujeres, ni de las personas de edad mediana o ancianas.
Trabajo en un barrio obrero y conozco la forma de pensar de sus habitantes. Esa falta de ética, una visión generosa y responsable de los actos que realizamos es normal. Son frecuentes los casos de robos; de maltrato físico o psicológico a las compañeras, novias o esposas (o compañeros, novios, o esposos, aunque es menos probable), incluso de asesinatos. El machismo está en lo más profundo de nuestra entidad, en unos, por simple conveniencia; en otros, por incapacidad o pereza para luchar contra lo que la educación y la sociedad nos ha enseñado con sus actos, no con sus palabras.
La inconsciencia de los resultados de nuestros actos es lo habitual. Lo normal, no preocuparme de nada más que lo que me vaya a beneficiar.
¿Y yo? No voy a suscribir ningún fondo de inversiones en el suroeste asiático, porque ya lo hice con mis pocos ahorros hace tiempo...
Al final de la charla dije: "No seamos cerrados. Invertimos en países que muchas veces tienen economías peores que la nuestra. ¿Por qué vamos a centrarnos sólo en los problemas de nuestra parcela del globo terráqueo? Hay que globalizar y sentirnos ciudadanos del mundo". Con estas palabras, limpiaba mi conciencia y mi consciencia.
Sospecho que no me van a volver a invitar a ningún evento bancario más, porque no se me acercó durante la copichuela ninguna de las organizadoras. El conferenciante ni apareció por allí. ¿Será porque las mujeres somos temibles?
No soy ni mejor, mi peor que los demás.
Viva el cinismo.