Cuba, para los cubanos. Lo que hacen (II)

30 de julio de 2009

Cuando entras en Cuba, vienes con pocas ideas y tópicas: se trata de un país tropical y comunista. Por lo tanto, tendrá una vegetación exuberante y luchará por la igualdad. Luego viene la realidad.
En en el aeropuerto te tratan como un peligroso apestado, casi un espía, al que hay que fotografiar y controlar, pero, eso sí, con mascarillas, pues les puedes contagiar.
Sales del aeropuerto. Te encuentras un maravilloso paisaje lleno de vegetación, con carreteras estrechas, con escasos coches y cubanos que pasean con tranquilidad. Chocan los enormes cartelones que recuerdan los lemas que Fidel, Raúl o el Che.
Algunos coches son modernos, pero son los menos. La mayor parte son anteriores al nacimiento de quien les escribe, que peina canas aunque disimuladas, y llevan matriculas de muchos colores. Luego nos enteramos que no se trata de una cuestión estética, sino que cada tonalidad indica quién es su ocupante.
Las "chapas", como ellos llaman, si son blancas indican que el propietario es un alto dirigente del país; si son negras, que son del cuerpo diplomático (¿Blanco versus negro? ¿Será una forma de crear cierta distancia ante el no cubano, por supuesto de manera subconsciente?); si es azul, es un coche del estado; si es amarillo, es un coche privado; marrón, para arrendar al turista; verde, para los militares; naranja, para ejecutivos importantes de firmas extranjeras; carmelita (parecido al chocolate), para ejecutivos medios de las mismas,...
Los cubanos con frecuencia tienden a una gordura poco sana, propia de una alimentación poco equilibrada, aunque algunos, sobre todo los ancianos, son delgados y amojamados. Desconcierta.
Los niños, en épocas de clase, llevan uniforme. Se trata de evitar las diferencias... ¿O no? Porque al cuello llevan un pañuelo que indica el nivel educativo en el que se encuentran.
Usan el peso cubano. Pero para el turista se creó el peso convertible (cuc), que equivale al dolar. Desde la subida de Raúl Castro, los cubanos pueden tener ordenadores e ir a comprar en los supermercados a los que antes no tenían acceso más que los extranjeros. El problema es que los precios están al nivel de Europa... y el nivel de vida en Cuba es bajísimo.
Para los cubanos, los supermercados son un paraíso, pues tienen muchos productos a los que no han tenido acceso hasta ahora; para los turistas europeos, una sorpresa. Hay poca variedad y todo es caro: Un litro de leche cuesta unos dos cucs; uno de soja, unos ocho; un solo rollo de papel higiénico, 40 céntimos de cuc. Si caro es para nosotros, para ellos, el acceso es imposible.
Sin embargo, se sienten orgullosos de los supermercados, y los comparan con los lugares a los que acuden a comprar los productos que pueden adquirir con la cartilla de racionamiento, vacíos de compradores y de oferta. Además, los productos que pueden adquirir así son pocos, escasos y carecen de verduras, pescado y carne. ¿Cómo adquirir éstos? A precios muy caros en mercados no controlados por el gobierno. ¿Cómo pagarlos? Quién sabe. Cada cubano se las arregla como puede. La propina está institucionalizada. Por todo hay que pagarla. Luego está el ingenio para conseguir dinero: si eres camarero, no echas todo el ron que debieras en tu mojito. Luego las vendes a escondidas a los turistas por un precio inferior al fijado por el gobierno. En ningún sitio he probado peores mojitos que allí.
¿Y en cuanto a los habanos? Mejor no comprarlos en la calle: los rellenan de tierra.
¿Y la ropa? ¿Y el jabón? Lo piden a los extranjeros. Sólo reciben una pastilla de jabón cada dos meses. ¿Y las medicinas? Las farmacias y ópticas están prácticamente vacías.
¿Y...? Sobreviven como pueden, viven hacinados en casas hermosísimas, todas diferentes, pero en ruinas,que no pueden comprar o vender, sólo permutar.
Están totalmente controlados. Cualquier taxista puede ser detenido en la carretera para ver dónde va, a quién lleva, de dónde viene,... eso sí sin molestar al turista estupefacto y un poco preocupado por lo que pasa.
Hay mucha gente con uniforme. Los son sencillos, pero variados y abundantes, señal del control del estado sobre el individuo. Ni siquiera el control es único.
¿Y el turista? Intocable. Tiene su propia moneda, el cuc; sus propias playas a las que no pueden acceder los cubanos no pudientes;sus propios accesos a determinados servicios.
Nada más extraño que querer tomarse un helado en Coppelia, la heladería más famosa de La Habana, por aparecer en la película "Fresa y chocolate": hay dos colas, una para los cubanos, que pagan en pesos, y otra para los que pagan en cucs. La primera, inmensa; la segunda, inexistente.
De todas maneras, me hubiera gustado ir a la zona de los cubanos. De lejos se apreciaba que estaba muy llena, pero muy alegre y activa. La de los turistas estaba casi vacía,... y muy aburrida.
Ellos saben vivir con dignidad. Hasta cuando te piden un jaboncillo de hotel, lo hacen sin rebajarse. Tienen su orgullo.
El pueblo cubano es extraño, apasionante. Merece algo más de lo que tiene.

Cuba, para los cubanos. Lo que dicen (I)

29 de julio de 2009

Lo bueno de viajar es que te enfrenta a otra realidad. Es como un bofetón a tu vida, a tus creencias. Es un revulsivo tan interesante como leer un buen libro. Es leer un buen libro sin letras.
En el caso de Cuba, en el mismo momento de salir del aeropuerto te encuentras con un pequeño shock. Algo no cuadra. Has recibido antes de salir multitud de informaciones contradictorias sobre el país, según las diversas ideologías de los que te las dan. Tú no te atreves a tomar partido ni ante ti misma por miedo a los prejuicios. No quieres pasar por retrógrada, si tienes una opinión negativa sobre la isla, ni dedicarte a hablar de las bondades del país, por no caer en un progresismo "cerrado".
En el momento en que sales en un autobús por la puerta del aeropuerto, tienes que tomar partido... ¿o no? Como dicen los cubanos, "no es fácil"
Lo cierto es que empieza el desconcierto. Parece una rima de una canción cubana, ¿no? Pues seguimos: comienzas a hablar con los isleños y el desconcierto aumenta. Parece como si no hablaran el mismo castellano, como si ellos le dieran otro significado a las palabras. En el fondo parece como si lo que hicieran fuera citar los lemas de sus políticos.
Para reflejar mejor lo que quiero decir, empezaremos simplemente citándolos, intentando reflejar las circunstancias.
Llega una guía y va nombrando a los turistas. No entiende el fax porque está falto de tinta: "Estamos ahorrando demasiado". No importa, con voluntad, todo se arregla.
La agente nos lleva a comer. Ahora que conoces cómo viven, sabes que el restaurante donde vas se llevaría la mitad del sueldo mensual de un médico (unos cuarenta dólares). Para un español, es un restaurante de precio medio. Ella, con dignidad y sin vergüenza, saca de su bolso una bolsa de plástico y, cogiendo parte de su comida la mete en ella diciendo "Para mi hija, le encantan los langostinos". Al rato, viendo que algún comensal no puede acabar su plato de carne, hace lo mismo con otra bolsa, que es para la comida de su perro.¿Seguro? Nos enseña sus fotos.
Por cierto, apenas vemos perros o gatos.
Sobre los conductores de los autobuses, que van muy lentos, lo hacen por tres cosas, que citan de carrerilla: "por gastar menos combustible, evitar accidentes y porque si te quitan puntos del carné te echan y no pueden dar de comer a la familia".
Cuando te despides de ella, no sabes si ella también aceptará propina, la obligación de todo turista ante cualquier relación con un cubano. Respuesta: "Vivimos de las propinas. Por favor, hablen bien de mí ante mi jefe. Me dan puntos. Si hay alguna queja, me echan". Me da un poco de miedo escribir esto. La paranoia se contagia.¿Leerá esto alguien del régimen y le causaré algún problema? Si alguno de sus superiores leyera este texto, le aseguro que fue una excelente guía, servicial y paciente,... y muy discreta. Además es muy afortunada ya que "tengo un piso que heredé de mi padre y un coche de los años cincuenta que funciona" No existía ni la mínima ironía en ella.
Acerca de la situación de Cuba, "aquí hay pobreza, no miseria". Lo cierto es que nos salimos del circuito turístico y nos encontramos situaciones que recordarían las existentes en cualquier barrio marginal de España... con la diferencia de que te encuentras a un tiro de piedra del centro histórico de La Habana, y no te cruzas con los drogatas y chorizos de turno, sino con personas normales, que intentan llevar sus vidas normales como pueden.
Quizá el problema está en que lo que es para ellos y para nosotros la miseria.
Miseria es lo que ganan. Incluso los médicos tienen que recibir ayuda para llegar a fin de mes. Tienen su sueldo, pero, según nos cuentan, en la mesa de su consulta tienen un platito para completarlo con la correspondiente propina. "Es para estimularlos".
Te das un paseo hasta el malecón. Te encuentras un edificio rodeado de soldados con metralletas. Por precaución, cambiamos de acera y lo rodeamos. Por uno de los laterales, muchas banderas azules con una estrella y un escenario con un espacio para bailes o discursos con carteles y lemas, que recuerdan los 50 años de la revolución.
Es el centro de intereses norteamericano y los soldados están "para protegerlos". ¿De quién? Más bien quieren aislarlos o asfixiarlos con imágenes de la revolución.
¿Para qué las banderas?, preguntamos a un señor que está en un garito. Ni idea. A otro señor cercano. "Cada bandera representa a un cubano muerto por el terrorismo de los Estados Unidos". Ah. No sabía que existía ese tipo de terrorismo, aunque, bien pensado... pues sí. Hay muchas formas de terrorismo y todo depende de cómo definas lo que es.
Paseas por una playa al amanecer. "¿Quieren puros cubanos?" No, no queremos. Ya los compramos. Además, nos dijeron que no compráramos fuera de los estancos. Suelen rellenarlos de arena. A continuación, Manuel, que es como se llama, nos pide ropa, jabones, champú. Incluso maquillaje para su mujer, que es blanquita como yo, según dice.
Quedamos el día en que nos vamos para darle lo que podamos. Cuando volvemos, no lo encontramos en el lugar previsto. Pensamos que nos ha dado plantón, cuando vemos que está entre las palmeras. Nos hace gestos para que nos acerquemos. Al parecer, le han dicho que no puede entrar en la playa. Hay cámaras que, simulando farolas, controlan quién camina por allí. La pena por entrar en zona turística supone cárcel. Incluso matar una vaca para comer está más penado que asesinar a un hombre, nos dice.
"Ustedes los turistas vienen engañados. No saben nada de la realidad".
No. Creo que algo hemos captado. Sólo hay que mirar y escuchar lo que dice la gente que te rodea. Por muy poco perspicaz que seas, descubres una Cuba que no es la oficial.