
Cuando entras en Cuba, vienes con pocas ideas y tópicas: se trata de un país tropical y comunista. Por lo tanto, tendrá una vegetación exuberante y luchará por la igualdad. Luego viene la realidad.
En en el aeropuerto te tratan como un peligroso apestado, casi un espía, al que hay que fotografiar y controlar, pero, eso sí, con mascarillas, pues les puedes contagiar.
Sales del aeropuerto. Te encuentras un maravilloso paisaje lleno de vegetación, con carreteras estrechas, con escasos coches y cubanos que pasean con tranquilidad. Chocan los enormes cartelones que recuerdan los lemas que Fidel, Raúl o el Che.
Algunos coches son modernos, pero son los menos. La mayor parte son anteriores al nacimiento de quien les escribe, que peina canas aunque disimuladas, y llevan matriculas de muchos colores. Luego nos enteramos que no se trata de una cuestión estética, sino que cada tonalidad indica quién es su ocupante.
Las "chapas", como ellos llaman, si son blancas indican que el propietario es un alto dirigente del país; si son negras, que son del cuerpo diplomático (¿Blanco versus negro? ¿Será una forma de crear cierta distancia ante el no cubano, por supuesto de manera subconsciente?); si es azul, es un coche del estado; si es amarillo, es un coche privado; marrón, para arrendar al turista; verde, para los militares; naranja, para ejecutivos importantes de firmas extranjeras; carmelita (parecido al chocolate), para ejecutivos medios de las mismas,...
Los cubanos con frecuencia tienden a una gordura poco sana, propia de una alimentación poco equilibrada, aunque algunos, sobre todo los ancianos, son delgados y amojamados. Desconcierta.
Los niños, en épocas de clase, llevan uniforme. Se trata de evitar las diferencias... ¿O no? Porque al cuello llevan un pañuelo que indica el nivel educativo en el que se encuentran.
Usan el peso cubano. Pero para el turista se creó el peso convertible (cuc), que equivale al dolar. Desde la subida de Raúl Castro, los cubanos pueden tener ordenadores e ir a comprar en los supermercados a los que antes no tenían acceso más que los extranjeros. El problema es que los precios están al nivel de Europa... y el nivel de vida en Cuba es bajísimo.
Para los cubanos, los supermercados son un paraíso, pues tienen muchos productos a los que no han tenido acceso hasta ahora; para los turistas europeos, una sorpresa. Hay poca variedad y todo es caro: Un litro de leche cuesta unos dos cucs; uno de soja, unos ocho; un solo rollo de papel higiénico, 40 céntimos de cuc. Si caro es para nosotros, para ellos, el acceso es imposible.
Sin embargo, se sienten orgullosos de los supermercados, y los comparan con los lugares a los que acuden a comprar los productos que pueden adquirir con la cartilla de racionamiento, vacíos de compradores y de oferta. Además, los productos que pueden adquirir así son pocos, escasos y carecen de verduras, pescado y carne. ¿Cómo adquirir éstos? A precios muy caros en mercados no controlados por el gobierno. ¿Cómo pagarlos? Quién sabe. Cada cubano se las arregla como puede. La propina está institucionalizada. Por todo hay que pagarla. Luego está el ingenio para conseguir dinero: si eres camarero, no echas todo el ron que debieras en tu mojito. Luego las vendes a escondidas a los turistas por un precio inferior al fijado por el gobierno. En ningún sitio he probado peores mojitos que allí.
¿Y en cuanto a los habanos? Mejor no comprarlos en la calle: los rellenan de tierra.
¿Y la ropa? ¿Y el jabón? Lo piden a los extranjeros. Sólo reciben una pastilla de jabón cada dos meses. ¿Y las medicinas? Las farmacias y ópticas están prácticamente vacías.
¿Y...? Sobreviven como pueden, viven hacinados en casas hermosísimas, todas diferentes, pero en ruinas,que no pueden comprar o vender, sólo permutar.
Están totalmente controlados. Cualquier taxista puede ser detenido en la carretera para ver dónde va, a quién lleva, de dónde viene,... eso sí sin molestar al turista estupefacto y un poco preocupado por lo que pasa.
Hay mucha gente con uniforme. Los son sencillos, pero variados y abundantes, señal del control del estado sobre el individuo. Ni siquiera el control es único.
¿Y el turista? Intocable. Tiene su propia moneda, el cuc; sus propias playas a las que no pueden acceder los cubanos no pudientes;sus propios accesos a determinados servicios.
Nada más extraño que querer tomarse un helado en Coppelia, la heladería más famosa de La Habana, por aparecer en la película "Fresa y chocolate": hay dos colas, una para los cubanos, que pagan en pesos, y otra para los que pagan en cucs. La primera, inmensa; la segunda, inexistente.
De todas maneras, me hubiera gustado ir a la zona de los cubanos. De lejos se apreciaba que estaba muy llena, pero muy alegre y activa. La de los turistas estaba casi vacía,... y muy aburrida.
Ellos saben vivir con dignidad. Hasta cuando te piden un jaboncillo de hotel, lo hacen sin rebajarse. Tienen su orgullo.
El pueblo cubano es extraño, apasionante. Merece algo más de lo que tiene.