DOLOR

2 de marzo de 2010

Hoy me he sentido ridícula.
Queriendo que mis alumnos comprendieran la belleza de un poema o, simplemente, que lo entendieran, me dediqué a expresar con el cuerpo, el alma y la palabra lo que quería decir.
Se rieron.
Me sentí ridícula, pequeñita.
Yo quería que descubrieran lo que tanto tiempo me ha costado entender porque nadie me lo enseñó. Yo que puse mi alma... me sentí rota por dentro. Pensé que no valía la pena nada de lo que hacía.
No pude echarme a llorar porque tenía que entrar en otra clase. Me esperaban otros niños a los que enseñar, consciente de que podría volver a sentirme igual.
¡Ojalá trabajara en una biblioteca y sólo tuviera que dar libros, ordenarlos y, como mucho, recomendar lo que le podría interesar a cada niño.
¿Seré capaz de aguantar esto mucho tiempo?
Machacamos al diferente, al débil, a cualquiera que pensamos que está alejado de nuestra forma de pensar o de ser.
¿Quién dice que somos humanos?
Y todo esto me lo ha recordado una canción de Malú: