
No volveré a darle al puñetero botón de publicar, deprisa y corriendo, sin pensar en lo que estoy escribiendo. Luego vienen las consecuencias: ¡Una falta de otrografía! ¡Qué vergüenza! ¡Qué horror!
Yo creí que eso ya lo tenía

Prometo no flagelarme, no permitir que la depresión me lleve al suicidio. No volver a pensar que no necesito ir a la zapatería, porque necesito botas nuevas, sino a la herrería a que me pongan herraduras nuevas.
Prometo no dejarme llevar por las prisas, ni permitir que se me crucen y se me mezclen las ideas.
No quiero errar más. De ser así, debería admitir que alguien desee herrarme.