Día del Maestro

7 de octubre de 2010
El 29 de septiembre fue el Día del Maestro.

¡Ah! ¿Que no lo sabían? Pues yo tampoco. No se notó. Todo siguió como si nada.

¿Que cómo me enteré? Iba andando por la calle, cuando en los laterales de la marquesina de una parada de autobús lo vi. Todo escondido. Donde será más baratito.

Era un anuncio sorprendente en el que, si te fijabas, veías un montón de palabras sin sentido que se convirtió en una lista de motes de profesores, a cual más deprimente. Y me creía todos y cada uno, porque conozco muchos, incluso los que mis adorables alumnos me pusieron.

La primera impresión fue de asombro: el 5 de septiembre del año pasado empecé una entrada en mi blog con algunos de los motes que he recibido.

¿Qué pasaba? ¿Alguien me había copiado la idea, pertenece al acerbo común de todos los españoles ese regodeo en los motes, o me había convertido en políticamente correcta, ya que una institución pública se preocupaba del tema? Creo que estoy un poco paranoica.

¡Ah, bueno! No era una institución pública como el Ministerio de Educación o como se le llame ahora, o la Consejería Cultura o similares. Ni siquiera de una editorial, que nos tiene que hacer la pelota para que seleccionemos sus libros para nuestras clases. Era un anuncio de la FAD, la Federación de Ayuda a la Drogadicción. Se ve que nos agradecen lo poco que podemos hacer por nuestros alumnos cuando les decimos las maldades de las drogas, mientras sus mismos padres  se relajan del duro trabajo con un porrito.

Algo es algo.


Volví a mirar el anuncio: "Y a los demás profesores y profesoras que me enseñaron algo en la vida... Perdón y gracias".


Me emocioné: alguien se acordaba de nosotros y nos agradecía nuestros desvelos.

Luego, picajosa como estoy últimamente, me puse a pensar: ¿los de los motes, que se queden con ellos, y a los demás, pues muchas gracias?

Venga, no seas pelma. Piden perdón, luego se arrepienten de los motes, humillaciones y faltas de respeto.


Pues vale. Algo es algo.

¿Saben lo que les digo? Que no hay mejor recompensa que, pasado un tiempo, se te acerque un antiguo alumno de los que te las han hecho pasar canutas y que, con una sonrisa en los labios te salude con cariño. Eso te llena de tal manera que te hace feliz y olvidas los malos ratos.

¿Sucederá alguna vez esto con Jesús, con Mohamed o con Pepe? En realidad, ya ha sucedido en muchas ocasiones. Y eso trae esperanza y ganas de seguir adelante. En otras, no ha sido tan agradable.

Total, que este texto, que veía yo que iba a salir desesperanzador, se ha convertido en otra reflexión melancólica.

Seamos agradecidos. Gracias a la FAD por acordarse de nosotros.

Al final termino con una sonrisa ligeramente húmeda. Como cuando escucho esta canción de Silvio Rodríguez: