Día de difuntos

31 de octubre de 2009

Llega el día de la reflexión.

Todos hemos perdido a alguien. Cada uno lo asume como puede.

Es una extraña sensación. Es saber que nunca más volveremos a ver al ser querido. Nunca volveremos a hablar con él; nunca nos contará ninguna de sus experiencias. Todo lo sentido y vivido por él, desaparecerá.

Qué desperdicio. Es terrible.

Y así, generación tras generación; vida tras vida.

Nos quedan, por ahora, los recuerdos: sonrisas; despedidas silenciosas como oraciones; la duda de si pudo haber sido de otra manera; de si podíamos habernos entendido mejor.

Las nanas apenas escuchadas en el lecho del dolor. La música, así, se convierte en otro recuerdo que no adormece, sino que despierta los recuerdos.

Los escondidos reproches por no haber sido escuchados y comprendidos.

¿Es de extrañar que todas las civilizaciones busquen una forma de recuperar lo que si no sería irrecuperable? Ahí está el cielo y el infierno; la reencarnación, la recuperación de la energía,...

Yo, por mi parte, espero viajar por el espacio, libre y flotando. Consciente de lo que me rodea. Aprendiendo, siempre aprendiendo. Conocer mundos desconocidos, observarlos.

Espero que algo de mí quede... y que no sólo sea el recuerdo en mis hijas y sus descendientes.
Esa esperanza es lo único que nos queda.