HUELGA

30 de septiembre de 2010
Estoy perdida.

No hago más que trabajar dentro y fuera de casa, intentando satisfacer a todo el mundo y no llego a nada. Me duele el cuerpo. Me duele el alma.

Hace tiempo dejé de ser ciudadana y me siento subdita.

Ya no creo en nada.Ya no creo en mi trabajo, ni en esta sociedad que hace que se me curve cada vez mi espalda y que no haga más que intentar que mi sonrisa no se borre de mi cara.

Pero mi cara ya parece una máscara.

He hecho huelga ni siquiera porque crea en los sindicatos, que no sirven para nada. La he hecho por amor propio, porque debo reivindicar que soy un ser humano y no un tornillo en una máquina. No me importa el dinero que me van a quitar. Al final se lo llevará Hacienda.

Quiero creer que aún tengo un poco de dignidad, aunque en el fondo sé que la perdí hace décadas. Me queda el orgullo de intentar sobrevivir a mi propia insignificancia.

Quiero que mis hijas tengan posibilidad de tener, si no un trabajo digno, al menos... no sé. El sentimiento de que sus padres han luchado por ellas.

Porque nosotros ya somos esclavos de un sistema y ellas serán todavía más insignificantes ante ese monstruo empresarial que se lo come todo.



No hay esperanza.